CITLA es un sitio de internet necio en la esperanza. Creación de unos cuantos y medio de muchos, éste sitio es discreto, formal, autogestionado, con un sinfín de argumentos a favor de la palabra, a favor de la escritura y la comunicación por medio del publicarse y dejarse comentar por otros miembros de esta sutil comunidad. En Citla puedes publicar poesía, prosa, cuento, ensayo, fotografía, además de ser un medio para conocer gente ya que se crea un perfil a través del cual otros citleños pueden contactarte. Es un sitio poco extravagante, lo que no le atraerá a muchos, sin embargo me parece que cuenta con ese entusiasmo e ingenuidad que sólo se ve en los niños (una especie de anhelo preadamita), y como siempre, termino por aliarme a aquello donde detecto una fe primigenia en lo humano, en este caso, la fe en que, al comunicarse unos con otros, se está cerca de esa (filosófica) salvación de la especie.
Mi postura con la poesía es, ante todo, la no-erudición. Hay dos formas de entender al poema, como parte de una tradición o como constante ruptura con lo establecido. Con lo primero, lo que termina sucediendo es que algunos lectores de poesía se vuelven exigentes y esperan siempre toparse con el canon poético en sus lecturas, pero yo creo que la poesía es esa tradición de romper constantemente, por lo que el canon no se vuelve determinante para decir si un texto es un poema o no. Me declaro un lector de poesía que no espera nada más que la pasión del autor, la cual siempre está presente, no importando si es San Juan de la Cruz o un poeta citleño que vive en Cuernavaca. Entiendo por pasión el camino que se proyecta desde esa conjunción sentir-escribir que es todo poema, y para eso poco importa la técnica, las formalidades con respecto al ritmo, metro, figuras.
Claro que
La Forma es un aspecto importante en la elaboración de un poema. Yo he sido, sobre todo en años anteriores, un obsesivo con lo lúdico al momento de escribir un texto (rimas de toda clase, juegos de palabras, versos de diversa longitud, lecturas en diferentes direcciones, figuras geométricas, estructura versal, etc.) sólo que ya no lo considero relevante al momento de ser leído. Soy ferviente admirador de la poesía bloggera, también de la poesía de Citla (aunque en ambos casos se abuse del tema desamoroso), también de la poesía de otros tiempos, porque todas comparten el mismo espíritu universal de buscar realidades, de darle forma a la hermosa contradicción humana de sustraer lo infinito (todo poema surge de la necesidad de materializar el amor, la aversión, la idolatración, la emoción, la duda, el Todo, la Nada, en fin).
El poema es un tráfico, un negocio con lo imposible. Imposible del decir y del nombrar, decir contra toda evidencia, imponer una virtualidad al mundo que suponga, por ese gesto arbitrario, una posibilidad, dice Eduardo Milán, poetólogo mexicano que ha escrito tanto al respecto.
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Algunos citleños destacados son estos tres autores que nos proponen, de entrada, un cuestionamiento frente al espejo.
Mariana Brieque, con un poema que reduce lo real a una mera fluctuación que no puede dejar otra cosa que no sea incertidumbre. El último verso, me parece, abre un nuevo tópico en lugar de cerrar el texto:
mientras seamos un puñado de huesos el tiempo será un momento que quién sabe a dónde nos lleva. Existe entonces la posibilidad de que el tiempo sea otra cosa apenas dejemos de ser materia… Agrega Mariana con respecto a la incertidumbre:
La incertidumbre aparece en mi cuando de repente estoy viendo documentales, por ejemplo, uno está viendo un documental sobre el virus "hedra" y luego estás viendo un documental sobre los satélites de Júpiter...en qué punto entra el hombre? pasamos de ver por el microscopio un virus que para nuestra vista es pequeñísimo aunque de grandes proporciones desastrosas y luego nos lanzan a ver los satélites de Júpiter, inmensas maravillas infernales donde nosotros no existimos...no es algo terriblemente angustiante y hermoso? Esa incertidumbre, sólo la respondería la filosofía oriental diciendo que "la Nada es de donde venimos y hacia donde vamos".
LA MEMORIA DE LO QUE SOMOS
Miro por la ventana y pienso:
que esta noche es como todas las noches,
que mi cuerpo es como todos los cuerpos,
que una caricia no retorna al lugar de donde vino.
Abro la ventana y suspiro:
mira lo que has hecho, look what you’ve done
no importa, no importaría si al menos
dijera que vivo sólo en este cuerpo.
Es que hacemos las cosas pensando,
en el recuerdo de lo que hicimos.
Es que vivimos de la memoria y en la memoria
de nosotros, de los otros.
Y sucede que el ayer, hoy y mañana
sigue siendo apenas un momento,
que no sabemos adónde nos lleva
mientras seamos un puñado de huesos.
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María Villatoro es una poblana que sabe recrear la angustia, el abandono. Recurre a imágenes difíciles de leer con tanta naturalidad en estos tiempos. Entre roedores, cisnes, hiedras, aves de fuego, ceniza y humo se mueve. Su fondo es el fondo etéreo, ese mismo que ha nutrido al pensamiento universal de todos los tiempos, ese que cuestiona lo superior cuestionándose a sí mismo, rascando hasta encontrar un halo de revelación, de respuesta inútil, de camino lumínico.
MEMORIAS DEL CISNE QUE PARIÓ UN OJO
–fragmento-
Recuerdo de un recuerdo humano ( IV )
En las pausas insomnes y lánguidas
de tus ojos glaciales que no entiendo.
En ese gesto ritual de tu amenaza cazadora
el vocero de lo frágil estrena sus enigmas y te los brinda
hinca roedor sus dientes en un humo verde
y recobro la prudencia de ese miedo impalpable.
Hay delirios que copan el árbol del futuro
en el adviento de las noches malas
de los cisnes encantados como Odette
y sólo así y todo el absurdo resplandor
de ese amago presente e infinito
de esa letal rampante hiedra de la amenaza
puede ser reintegrado a su túnel original
si uno aprende el idioma de la muerte
y no lo olvida en vida.
Recuerdo del origen ( V )
¿Será que sueño invento o recuerdo?
¿Será que paso sigo o no me muevo?
¿Será esto noche oscuridad o ausencia?
¿Seré carne madera o vuelo?
Algo en mí contestó:
-Es el recuerdo de alguien que soñó inventarme -
-Es el paso seguido a mi inmóvil marcha -
-Es la ausencia oscura que puebla la noche -
-Soy un vuelo encarnecido que se quema y descansa sobre ceniza-
Y entonces desperté
y algo como un bostezo sopló la tierra
también ella despertaba.
Un ave roja pasó sobre mí y vi que por mí esperaba
pues mis plumas empezaron a arder
Y entonces volé
y algo como viento tocó mi cara.
Comprendí que ya no era yo
era mi vuelo y eran mis alas.
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Ernesto Mendoza entiende el poder de la sencillez, de la palabra poco elaborada, del mensaje directo, que por su belleza no requiere de mayor estructura que el flujo rítmico de la mano y la energía poética. Es su intuición la que escribe, sin que le importe si las vanguardias, si los tropos, si el hermetismo, si “sí se entenderá”. Y por lo mismo se forma una breve espiral en estado puro: ¿qué mayor poesía que el ciclo infinito del amanecer? A veces cae tan bien leer imágenes así de sencillas, sin caer en intelectualismos elitistas, también llamadas pretensiones.
ETERNO AMANECER
Eterno amanecer
que día a día amparas mis salidas,
que día con día proteges mis tristezas
y mis muy frecuentes alegrías,
sigue esas mis huellas
a veces tambaleantes,
a veces sin firmeza,
pero siempre atentas
a la claridad de tus esencias.
Por favor...
no dejes que se nublen mis caminos,
que se encierren mis penas,
déjalos siempre claros,
déjalas que vuelen hoy serenas
para alcanzar a ver el horizonte
y poder planear por los problemas.
Aunque me cubra la noche
deja que una clara estela me lleve de la mano
para no caer en vicios y adicciones,
para poder ver del mundo sus miserias
y sin mojarme poder nadar en ellas,
y así entender los caprichos de la vida,
los designios de la existencia.
Eterno amanecer
que brindas paz a mi alma,
no dejes de vibrar sobre el ambiente
para seguir siendo feliz en este mundo
que día a día enfurece tu llegada,
que día con día te acerca más a la muerte.
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