(35 piezas para acompañar la lectura:)


diciembre 28, 2006

Encontrar puentes entre tú y algunos textos de Paz o Cortázar es públicamente ingenuo si no se tiene una vida académica bien hecha y reconocimiento profesional de escritor que publica constantemente.

En lo personal no he necesitado estudios literarios para reconocerme en Paz o en Cortázar, para sentir una felicidad equivalente a la de ellos cuando leían a Basho, a Perse, a San Juan de la Cruz, porque en última y principal instancia es lo que descubro en la literatura: felicidad, libertad, potenciación, universalidad, y para llegar ahí la vida académica no necesariamente es la opción más efectiva, siempre depende del individuo y su experiencia.

Claro que no se trata de atentar contra intelectuales y escritores con pres-ti-gio, lo único que me molesta es que aquello que no entra en su medio, en su círculo, ni siquiera vale la pena de ser tomado en cuenta por ellos. Me parece a veces un medio cerrado el de los académicos, los escritores, los intelectuales, tan distantes de la gente común, que a su vez llevan a cuestas su propia poesía, su propio esplendor.

Mi mujer es ejemplo de una intelectualidad humilde y más certera, pocas personas han hecho posible diálogos tan ricos, respetuosos y profundos como ella, y ella siempre se caracterizó por ser una mujer discreta, callada en clases, con amigas preocupadas por su apariencia. Algunas amistades de medios tan corrientes y deleznables como el messenger igualmente han propinado tremendos momentos espejo, momentos puente, momentos felices, libres, universales.

Mi postura ante la Literatura termina siempre careciendo de sed de estrellato, creo que cada vez voy apuntando más hacia la austeridad, hacia el placer simple y llano, hacia la reflexión liberadora (que es lo mismo cuando otros la llaman carcelaria: mientras más sé, menos sé, ciertamente, porque agudizo mi conciencia. Pero una conciencia que muta hacia una visión más orientalista -aunque no sólo eso- ¿no es la cosa más libre de todas?), hacia la honestidad de un poema que me deja en otro plano, y para ello no es necesario que venga de un poeta japonés del siglo IX, un nobel o una adolescente con blog que hace poemas de desamor ya que, todos ellos, sin estar del todo concientes de ello, comparten una misma necesidad, compartimos una misma necesidad, a la cual se llega sin trofeos, edades o bibliotecas laberínticas.

Ganar un premio de Poesía ha de ser tan bueno. Espero hacerlo algún día, ya empiezan a asfixiarme mis deudas.

0 comentarios al respecto:

Contact