(35 piezas para acompañar la lectura:)


enero 31, 2007

Familias mexicanas, el quinto poder

Uno de los grandes problemas que tiene México es la distribución de la riqueza, o mejor dicho: la distribución del poder. Aquí tenemos familias millonarias que, de algún modo, han creado monopolios disfrazados de alta eficiencia. Basta con ver a Coca-Cola, Televisa y TV Azteca (¿duopolio? ¿bipolio? ¿cómo se dice?), las cementeras del norte, el grupo Slim (Telmex, Inbursa y demás), Maseca, etc. Lo que tienen en común estos sectores es la falta de competencia y lo mucho que pelean porque las cosas sigan así, aunque la misma modernidad lleva a los gobiernos a tener que presionar para permitir mayor competencia, y por ende, mayor crecimiento.

No sé bien los datos, pero me parece que Televisa cuenta con algo así como 250 canales y TV Azteca con varios menos, ninguna otra empresa en el continente cuenta con tantos canales. Actualmente hay un rumor de que el sexenio foxista dejó la estructura necesaria como permitir la llegada de una tercera (o hasta cuarta y quinta) compañía televisora. El Grupo Reforma (uno de los grupos editoriales más importantes del país (el diario Reforma, que nació en los 90, es constante referente entre políticos y comunicadores)) era el candidato más fuerte para entrar como tercer televisora, fue entonces cuando Televisa empezó a incluir dentro de sus noticieros notas en contra de este grupo, mientras que TV Azteca, con mucho menos finura y sutileza, produjo varios programas donde se denunciaba, supuestamente, la historia de cómo los hijos del fundador del Grupo Reforma (que empezó con un diario norteño llamado… pues El Norte) se adueñaron del imperio Reforma a la mala, dejándolo en la ruina, enfermo, y sin un lugar a dónde ir, siempre con música de cuerdas de fondo y sonidos metálicos tipo rock industrial, para las dramatizaciones que acompañaban al testimonio del pobrecito señor.

Ejemplos así hay varios dentro de éstos sectores, los cuales son dirigidos por familias enteras. De esta manera siguen asegurando status, consumo insaciable, deseo de obtener más. Si tan sólo permitieran la competencia, ¿qué importaría que fueran millonarias?, pero el problema está en que quieran mantenerse a costa del cambio de conciencia que, poco a poco, se busca propagar (el Consejo de la Comunicación ha lanzado varias campañas mediáticas en contra de cualquier corrupción (incluso la más “pequeña” como la del estudiante que quiere sobornar al maestro), del maltrato a las mujeres o a favor del día de la familia, que es éste primer domingo de marzo). Además, si sus productos son buenos y están tan bien posicionados, ¿por qué tenerle miedo a competir?, ¿no se supone que la competencia provoca estándares de calidad mayores, y por ende, mejores productos? ¿por eso dejarían de ser ricos? No, dejarían de tener poder, y eso es lo que, al final, termina seduciendo más que las mansiones, el golf y las colecciones de autos clásicos.

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