Cerca de la cantina había un barranco. Oscuro, profundo, espinoso.
Lo que no había era leyendas, a pesar de que la cantina contaba con una grey importante. A lo mucho se especulaba sobre lo que pasaría si alguien cayera en él, entonces todo tipo de historias comenzaban a contarse, pero sin alcanzar el mito, la leyenda, no pasaban de ser mentiras que nadie se creía, aunque todos las escuchaban con una mezcla rara de atención y creatividad.
“Al fondo deben vivir alebrijes”. Eso era lo único que nadie se atrevía a poner en duda.
2. ÁRBOLES DE LA BARRANCA
Sobre una pronunciada ladera de una montaña se construyó un fraccionamiento.
Los árboles sobrevivientes adornaban sus calles, cada mes había tertulias y vendimia donde se tomaba mezcal y café de olla, aunque a veces los aldeanos lo llamaban cognac, frapuchino.
La música embellecía las fiestas que, a diferencia de antaño, no se hacían ya en las calles, aunque sí seguían siendo al aire libre, en los patios y jardines de las bonitas casas.
Palabras como bohemia, tertulia o barrio eran corrientes, mas no de uso corriente. Home-Theater-identity, pensó el paseante solitario al atravesar por estos parajes.
Lo que no cambiaba era el romance y los niños, ambos aprovechaban los espacios amplios de las casas para esconderse.
En cambio, lo que sí era nuevo es que ya no había viejos, éstos eran relegados a otros lados, al parecer no cabían ya en el paisaje.
0 comentarios al respecto:
Publicar un comentario