(35 piezas para acompañar la lectura:)


octubre 16, 2006

UNO

La última vez que me enarbolé a la bandera mexicana fue cuando Jorge Campos no pudo detener el penal de Yvan Letchkov en el '94, desde entonces se me ha hecho un poco vacío el concepto de patria, al grado de no vivir la mía, de no vivir la de nadie, de hacerme a un lado cuando estoy frente a un discurso chauvinista. Entonces ¿cuál podría ser la lógica de dedicarle un blog a un país?

No. Aquí el concepto no es el de patria o nación. Cuando comprendes que un país es tan sólo una porción de territorio delimitada por leyes internacionales, entonces te das cuenta que no hay mucho de fondo cuando alguien dice “ser mexicano” o “ser extranjero”. Soy mexicano porque soy una persona que vive en México, pero soy universal porque soy humano.

Así que éste no es un blog en el cuál se celebre a la nación.

Lo que aquí celebro es ese paralelismo que encuentro entre mi idea de hombre y el mestizaje que se da a diario en México:

> El hombre es un ser donde todo converge. El hombre es hombre desde las ciencias exactas, desde las ciencias metafísicas, desde la animalidad, desde las humanidades. La Biología, la Cábala, el Judaísmo, la Neurología, el Arte o la Física Cuántica podrán tener formas distintas para entender al hombre pero el fondo es el mismo: el vasto y complejo hombre como parte de algo mayor a él.

> Por otra parte, México es un país donde no sólo existen tradiciones prehispánicas, católicas, paganas, sino también hay influencias de Medio Oriente, Asia y África, dotando de una enriquecedora mezcla al país. Aquí convergen múltiples conocimientos, el Renacimiento se da desde el mestizaje (avatar distinto del sincretismo), entonces ese nuevo rostro que surge es el de la identidad sin centro, de la identidad precolombina y occidental, ambas visionarias, cosmogónicas, repletas de influencias de otras latitudes.

Aquí, por ejemplo, se dan todos los climas.

Y aquí, también, se dan cosas curiosas y anecdóticas en las artes, en los medios, en la política, en el fútbol.

Por eso, no es posible que el mexicano (todo aquel que habita o que pasa por este país, que estudia o admira este país no importando si está dentro de él) pase de largo sin crear esta conciencia de lo que es éste territorio, éste crisol sin forma precisa que mira al sol desde el águila, desde el nopal, desde el caballo, desde el sorgo, la avellana, el jaguar, el arroz, el café, desde las negras percusiones, las blancas academias, las liturgias, bajo el agua, desde el barroco, desde la música, desde éste folclor que es una mixtura exquisita, humana, cósmica.

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